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Pueblos Mágicos | abril 2017 |· 0484 ·

                                        Metepec,

                                        pueblo de leyendas,
                                        magueyes y barro

                                        Texto: Juan Gerardo Reyes
                                        Fotos: Archivo Medcom

                                        A  ún permanece en la memoria de los moradores más viejos
                                           del Pueblo Mágico de Metepec, la leyenda prehispánica de

                                        la Tlanchana, una deidad mitad mujer y mitad sirena, que habitaba

                                        en estas tierras. Transcurrió el tiempo, pero permanece en el imagi-

                                        nario colectivo la imagen de esta diosa que hoy, al igual que el Árbol

                                        de la Vida, son símbolos distintivos de esta región, en el Estado de

                                        México, un sitio que se expresa a través de sus artesanías de barro.

                                        A pesar de estar muy cerca de la ciudad de Toluca, Metepec con-
                                        serva ese aspecto pueblerino que le dan sus calles empedradas,
                                        con casas de colores y techos de teja roja; todo envuelve los mitos
                                        y leyendas que, a través del tiempo, y las acciones de los conquis-
                                        tadores, se fueron decantando paulatinamente.

                                        Se dice que en la antigüedad había, en el oriente de este pueblo, una
                                        laguna enorme llamada Las Nueve Aguas, que comprendía las lagu-
                                        nas de Metepec, San Pedro Tultepec y Lerma. Los habitantes ribere-
                                        ños eran pescadores y cazadores de aves acuáticas. Y cuentan que
                                        entre los matorrales de tule, sobre el gran islote, podía verse la figura
                                        de una hermosa y escultural mujer que emergía de entre las aguas.

                                        Era una señora, con torso y cabeza de mujer, hermoso rostro y larga
                                        cabellera. El resto de su cuerpo cambiaba; lo mismo era una gruesa
                                        serpiente acuática, si estaba enojada; un pez, cuando nadaba para
                                        colmar las redes de los pescadores, a quienes atraía con su canto;
                                        piernas humanas, si deseaba salir e ir a las aldeas, en busca del
                                        elegido de su corazón; o una larga y ondulada cola de sirena, por
                                        donde se paseaban distintos animales que habitaban en la laguna
                                        (peces, ranas, garzas, ajolotes y otros). Además, era adivina y había
                                        que consultarla antes de la pesca, batalla, siembra o matrimonio,
                                        para saber cuál era su augurio.

                                        Por eso, los turistas que llegan a este Pueblo Mágico, podrán obser-
                                        var, a la entrada, una figura de una sirena, misma que, junto con el
                                        Árbol de la Vida, son parte icónica del municipio.
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